lunes, 22 de octubre de 2012

VIDA DE MARINETTI



"Su cosmopolitismo, sin embargo, no lo animó a repartir sus afectos entre países diversos, por el contrario, lo impulsó con gran sarraigo entregándose en cuerpo y alma en la tierra de sus padres, Italia fue su pasión patológica".

lunes, 8 de octubre de 2012

ÚNANSE


Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos:
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.


De Salutación del optimista, poema de Rubén Darío.


domingo, 16 de septiembre de 2012

CURIOSIDADES


ROJO Y NEGRO, película online






AÑO  1942
DURACIÓN 78 min., 
DIRECTOR Carlos Arévalo, 
GUIÓN Carlos Arévalo, 
MÚSICA Juan Tellería, 
REPARTO Conchita Montenegro, Ismael Merlo, Quique Camoiras, Luisita España, 
PRODUCTORA CEPICSA, 
GÉNERO Drama | Guerra Civil Española, 
SINOPSIS El director falangista Carlos Arévalo realizó con esta película quizá la única de concepción claramente falangista realizada en España (los colores del título se refieren a la bandera). Curiosamente, dos semanas después de su estreno en el cine Capitol en Madrid, en mayo de 1942, y por razones nunca aclaradas, la película fue prohibida y permaneció desaparecida hasta que en 1996 fue restaurada por la Filmoteca Española. 



martes, 24 de julio de 2012

LOS GUARROS SE DIVIERTEN: LA RATA NEGRA





El título ya lo deja bien claro: los guarros se divierten. Aquí hay uno que ha hecho algún curso de Photoshop y ahora pretende usar la rata negra y la tipografía creada en Córdoba No Conforme dentro de un ambiente izquierdoso.



Como siempre decimos desde este blog: el problema es que no leen. Pone una sarta de símbolos debajo de cada supuesta pegatina donde se contradice, como siempre. Cuántos homosexuales mandó matar Durruti o cuántos anarquistas fueron masacrados en la zona roja por los comunistas. Pero bueno, aquí todo vale.

Pues nada, desde aquí agradecemos el ratito echado con el Photoshop y estos bonitos ejemplos de que la rata siempre está a favor de: la revuelta popular, los barrios limpios, Palestina libre y contra los accidentes laborales, la droga y los políticos.













jueves, 19 de julio de 2012

martes, 26 de junio de 2012

UBALDO PUCHE, FOTÓGRAFO, LUCHADOR, SUBMARINISTAS... DIVISIONARIO




Ubaldo Puche Mulero nació en 1922 en Águilas (Murcia), aunque desde hace medio siglo vive en Llaranes. Ha recorrido 87 años en los que ha hecho equilibrios constantes entre la vida y la muerte, y su biografía ha estado marcada a fuego por los más destacados acontecimientos del siglo XX en Europa, España, Asturias y Avilés. Ha sido luchador de lucha libre, fotógrafo de prensa, soldado, guardia jurado y submarinista. Ha visto lo peor del ser humano, pero también lo mejor. «Creo que he tenido mucha suerte en la vida», asegura en referencia directa a su mujer, su hijo, su nuera y su nieto, después de hacer balance.
En 1939, recién acabada la guerra civil, con 17 años, aún vivía en su pueblo natal, en la paupérrima Murcia de posguerra. «Éramos cuatro amigos, uno tenía un año más que el resto», recuerda de su colega llamado a filas en primer lugar. Aquel joven regresó al pueblo contando maravillas. «Nos dijo que les daban de comer todos los días, y que los sábados les entregaban un paquete de tabaco al que, bien vendido, le podías sacar dos pesetas». Para aquellos chicos, el Ejército abría nuevos horizontes.
A los pocos meses de 'mili', en 1941, Puche recibió la invitación a inscribirse como voluntario en la División Azul. Tras enterarse de dónde estaba Rusia, siguió preguntando. «Nos dijeron que íbamos a ir a la guerra, así que nos apuntamos». Y allí se fue. «Nos llevaron a Sevilla. Éramos el regimiento 269 de la quinta compañía. Todos del Sur». Y de allí a Madrid, en tren. «De Madrid a Berlín fui en el vagón de los caballos, en una cuadra», recuerda del castigo recibido por protestar la calidad del café que le sirvió una «señorita de la Sección Femenina; no sé si sería la hija de Franco, pero me mandaron a la cuadra».

Tanto él como el resto de voluntarios empezaron en el campamento de Grafenwöhr, en Baviera, su descenso a los infiernos de la Segunda Guerra Mundial. «Nos quitaron los uniformes de soldados, o de falangistas si iban de Falange, y los metían en una maleta con nuestro nombre para devolverlo todo a casa si te mataban. Luego nos dieron el uniforme alemán y la instrucción. Me nombraron primer tirador de ametralladora, así que tenía un ayudante que sostenía las cintas de las balas y un avituallador que traía la munición».
Al frente
Y con esas, fue enviado con el resto de españoles al frente ruso, en un periplo que incluyó 1.200 kilómetros a pie equipados con «casco, fusil, pistola de 16 tiros, dos bombas de mano, una a cada bota, una marmita, careta antigás, manta y el chubasquero». «Tardamos cuarenta y tantos días», recuerda de una marcha en la que tuvo contacto con los métodos de su capitán, Fidel Dávila hijo. «Era legionario puro, un hijoputa». «Me salieron unas ampollas en los pies que no me dejaban caminar. Se lo dije y entonces mandó que me dieran una bicicleta. Pero me obligó a ir por fuera de la carretera, por los 'praos'. Al día siguiente seguí andando».
Iban a la batalla del puente Wolchov. El comienzo de una de las partes más crudas de la biografía de Puche. «Cuando pienso en lo que he pasado en la vida, últimamente sólo me viene aquello a la cabeza. Lo tengo ahí metido».
La cuestión iba más allá de morir o matar, -«yo, en frío, no podía matar; otra cosa era a distancia, con la ametralladora»-, la cuestión en realidad era cómo la guerra y el frío, -«que hacía que te doliera todo el cuerpo»-, acababa por despojar a aquellos chavales de cualquier atisbo de humanidad. «La guerra te convierte en asesino, en ladrón, en lo peor. Cuando tomábamos una posición íbamos a quitarles las botas, el dinero, los relojes a los muertos...». «¿Pensar que qué hacíamos allí? Allí qué ibas a pensar. Allí te decían y tú hacías».
Cayó herido, regresó al frente, y luego fue enviado a labores de policía militar en Konigsberg, actual Kaliningrado. Para entonces ya estaba bajo el mando de un capitán mucho más aceptable, que acabó por enviarle de vuelta casa con cuatro medallas, una placa, la Cruz Roja al Mérito Militar concedida por Franco y la Cruz de Hierro de la Alemania nazi.
«Cuando volví me metí en la Guardia Civil, en la academia de Málaga». Y de allí, a Asturias. «Nos mandaron a luchar contra el maquis. Nos tiramos un año en el monte. Allí se pegaron más tiros que en Rusia», recuerda.
Pero su padre empezó a mover contactos. «Conocía a un hombre de Murcia al que habían nombrado gobernador en Oviedo, así que le llamó y le dijo que tenía al hijo de guardia civil con el maquis, que lo sacara de allí como fuera, así que me trajeron para Ensidesa». Y con esas «influencias», su padre logró darle de verdad una nueva vida. Entró como vigilante jurado y luego fue colocado en el área de transportes. «Hacía trabajo de administración».

Aficionado al deporte, empezó a practicar submarinismo y lucha libre. «Llegué a luchar con Urtain», dice de uno de sus combates más gloriosos. En otro, en cambio, acabó en comisaría. «Estaba lesionado en un tobillo, pero me pusieron una inyección y me convencieron. Quedamos en que el otro luchador, un portugués, muy bueno, no me atacaría en esa pierna. Pero íbamos por el tercer asalto y estábamos muy igualados, y empezó a atacarme ahí. Así que cogí el caldero de zinc que teníamos en el ring y se lo lancé a la cabeza. Entonces uno del público me lanzó una silla y yo se la estampé luego a él».
Pero su verdadera pasión era el submarinismo, que sigue practicando a sus 87 años. «Te hacen controles, y mientras esté bien de ojos, senos y corazón...». Esa actividad, en el grupo GEAS de Ensidesa, le llevó a participar en decenas de rescates. «Saqué a muchos muertos», dice sin escatimar detalles de cómo actúan los congrios con los cadáveres, o los cuerpos humanos ante los cambios repentinos de presión.
Esa experiencia, junto a esa guerra que «no me puedo sacar de la cabeza», hace que Puche se confiese insensible ante el hecho de la muerte. «Supongo que te acostumbras».
Fotógrafo de prensa
Entre ahogado rescatado y gestión administrativa en Ensidesa, Puche aún sacaba tiempo para otra de sus pasiones: la fotografía y su Sporting del alma (suya es la mítica foto de Quini marcando de volea ante el Rayo Vallecano). Dedicó sus vacaciones a fotografiar, por puro placer, las olimpiadas de Munich, Moscú y Barcelona.
Llegó al fotoperiodismo por accidente, por un grave accidente laboral en Ensidesa. «No dejaban entrar a la prensa, así que me llamó un periodista que me conocía de mis fotos en el fútbol por si podía hacer alguna del accidente. Y la hice. Luego me llamó Juan Wes, por si quería trabajar en LA VOZ DE AVILÉS, pero yo de aquella ganaba 1.100 pesetas al mes en Ensidesa además de casa, luz, agua y carbón. Así que empecé de colaborador».

Ahora, sigue todo lo activo que puede. Como los tiburones, cree que pararse es morir, y quizás eso sea lo que da sentido a su rica biografía. «Si no sigo haciendo fotos para LA VOZ, o tengo que dejar de bucear, yo es que me muero. ¿Descansar? Un día puede, pero ¿qué hago al siguiente?».
En la actualidad se le puede ver aparecer en público con su camiseta (presentación de la película sobre Pirri) o posando junto a una bandera de la División Azul.


domingo, 4 de marzo de 2012

INFANTERÍA CORDOBESA

PRESENTACIÓN DEL LIBRO SOBRE LA DIVISIÓN AZUL



Medio centenar de personas se congregaron para asistir a la presentación del libro "Un noble esfuerzo, en una causa perdida - La División Azul en el grupo de Ejércitos del Norte" (editorial Barbarroja) el pasado 2 de marzo en el Casino Militar de Córdoba. La autora disertó sobre los voluntarios españoles y anunció la salida de un segundo volumen.



EL CORDOBÉS QUE DEFENDIÓ BERLÍN

"Teníamos el deber contraído con todos los que habíamos visto sufrir y morir en Rusia de desoir las órdenes y amenazas del régimen y volver a la lucha. Que se hicieran las más duras advertencias, penas de cárcel incluídas, a quienes trataran de cruzar la frontera para ponerse a las órdenes de aquel gobierno extranjero que había dejado de ser aliado no era sino un acicate para nosotros. Nada más honroso para un soldado que irritar a los traidores por jugarse el pellejo para seguir en su puesto. Uno no termina nunca en la vida de saber dónde está su sitio. Pero si llegas a ver, y cada vez más claro, dónde no está. Y una de las cosas que tenía más clara era que mi sitio no estaba en aquella España mustia, lacaya y cobarde".

Lorenzo Ocaña Serrano era natural de Montoro (Córdoba) donde nació en el año 1915. De extracción humilde, trabajó como labrador y barbero.
Parece ser que tuvo una inicial atracción por ideas izquierdistas, sin embargo al comprobar las acciones que al comienzo de la Guerra Civil española estaban provocando grupos de ésta índole acabó combatiendo en una bandera de Falange.
Se alistó en la División Azul en julio de 1941 por milicias de Castellón ciudad ésta donde se encontraba destinado ya que despues de la Guerra Civil continuó como militar con el grado de Alférez. En el frente ruso fue herido leve en diciembre de 1941.
A su vuelta de Rusia y de acuerdo con otros ex-divisionarios pasó la frontera con Francia, junto con el Alférez La Puente, por el puerto de Port Bou. Según su ficha de la División Azul, que se encuentra en los archivos de Avila, cometió un desfalco antes de su salida de España. Este dinero lo envió a su familia pensando, probablemente, que nunca regresaría.
Se alistó en las SS en agosto de 1944. Formó parte del denominado "Batallón Fantasma", españoles alistados en el ejercito alemán contraviniento las órdenes de El Pardo. Engrosó las filas de la Unidad Ezquerra, defendiendo Berlín hasta su toma por las tropas aliadas. Fue capturado por los soviéticos en abril de 1945 e internado en diversos gulags durante 10 años donde, según palabras de Angel Salamanca, sufrió un aislamiento absoluto ya que los rusos no olvidaban su procedencia SS.
 Regresó a España a bordo del buque Semiramis. 
A su vuelta, solicitó el reingreso en las Fuerzas Armadas lo cual le fue denegado por sus "antecedentes". Asimismo fué sometido a juicio. El interrogatorio en el mismo se lo hizo el Coronel Joaquín Huidobro. No se le hicieron efectivas las 163.315 pesetas que le correspondían por los servicios prestados que debían ser computadas desde la fecha de su alistamiento en la División Azul.
Finalmente, se declaró el sobreseimiento de la causa. Por éste motivo, el Coronel Castillo consultó con el Sr. Ministro si se le podrían liquidar los haberes atrasados. De nuevo hubo negativa.
Resulta particularmente curioso que cuando los prisioneros cordobeses de la División Azul llegaron a Córdoba, todos recibieron honores menos él. Es más, ni siquiera aparecía en la relación de cordobeses repatriados.
Me contaba mi gran amigo Angel García que fue a visitarle una vez que llegó a Córdoba y que lo primero que le preguntó era que si todavía había "flechas".
Su primera casa en Córdoba fue en la calle Rey Heredia donde tambien vivió Ramón Cecilia Rey, otro de los prisioneros divisionarios que regresaron en el Semiramís.
Respecto a su vida posterior decir que consiguió trabajo en el Banco de España en su sede de Córdoba. Allí vivió en el Barrio de Lepanto. 
Se casó con Rosa María Morales Sandoval enviudándo y haciendolo en segundas nupcias con Ana Riejos Carrión. No tuvo hijos. 
Su última residencia fue en su piso de la Calle San Perfecto, 21. Murió en el Hospital de los Morales de Córdoba el 16 de diciembre de 1981 a causa de una enfermedad crónica pulmonar (traída de sus estancia en Rusia).
No dejó ningunas memorias escritas salvo, claro está, las que recoje el libro de Moisés Puente "Yo, muerto en Rusia", donde relata su cautiverio en la URSS.
Lorenzo Ocaña con el uniforme de las SS, tercero por la derecha
Gracias a la familia que vive hoy en día en la que fue su casa, he tenido la ocasión de buscar entre la documentación que dejó con la esperanza de encontrar algún escrito suyo pero lo único que he hallado han sido varios libros relacionados con la Segunda Guerra Mundial llamándome la atención uno que se titula " La Guerra se perdió en Suiza" así como una pintura donde aparece con el uniforme de Alférez de la División Azul.
 Sus restos mortales descansan en el cementerio de San Rafael donde también está enterrado otro "último de Berlín", Martín de Arrizubieta.
Ha sido una pena no pode localizar a un amigo de Lorenzo, divisionario también, que todas las Navidades le mandaba una felicitación y que vivía en la cordobesa calle de La Previsión. Seguramente nos podría haber aportado mucho más información de él, pero el tiempo es implacable.

NOTA: Agradezco la colaboración para la elaboración de ésta breve biografía a José Luis Rodríguez Jiménez y a Antonia, la mujer que cuidó a Ana Riejos en los últimos años de su vida.

jueves, 23 de febrero de 2012

KRASNY BOR: RESISTID, MALDITOS

Por Fernando Díaz Villanueva

Cuando la última de las grandes guerras de la historia de España –la que libramos contra nosotros mismos– había concluido, en el otro extremo del continente se desató la mayor carnicería que la humanidad haya conocido jamás. Se trataba de la invasión alemana de Rusia, la llamada Operación Barbarroja, que dio comienzo en junio de 1941 con el objetivo confeso de hacer que la Unión Soviética se evaporase del mapa para siempre.

En aquel frente se desarrolló una brutal guerra de exterminio, sin cuartel, como no se había visto nunca. Los alemanes, poseídos por una furia homicida que todavía hoy nadie ha conseguido explicar, irrumpieron en la estepa rusa y arrasaron pueblos, ciudades y aldeas, asesinando en masa. Los rusos, a quienes la campaña había cogido por sorpresa, no tardaron en reaccionar y contraatacaron con fiereza inusitada. Entre medias quedó la nada y 30 millones de cadáveres, la mayor parte civiles inocentes.

Pues bien, en aquel caldero hirviente de fanatismo ideológico, odio étnico y venganza se metieron 50.000 españoles. Lo hicieron, además, por voluntad propia; porque España, aunque sea por simple lejanía, ni estaba ni ha estado jamás en guerra contra Rusia. El cuerpo de voluntarios se reclutó el mismo año de la invasión y fue trasladado a Alemania, donde fue integrado en el ejército alemán: conformó la 250ª Unidad de la Wehrmacht. No combatía bajo bandera española, sino bajo la alemana; aunque aquí, como estas cosas siempre nos han gustado mucho, sus triunfos y actos heroicos, que fueron unos cuantos, se vivieron como propios.

La unidad, conocida como División Azul por las camisas falangistas que llevaban sus integrantes, combatió en el frente de Leningrado durante más de dos años. Parece mentira, pero tiene guasa que a una división de bronceados sureños venidos del país donde crecen los limoneros la enviasen a combatir a una región de intratables inviernos, lagos congelados y temperaturas dignas de Groenlandia. A pesar de todo, los nuestros lo hicieron bien, es más, lo hicieron extraordinariamente bien: dejaron el pabellón muy alto en la que habría de ser la última de las guerras de nuestra historia.

La misión que les había tocado era la de contribuir al sitio de Leningrado, ciudad a la que Hitler quería matar de hambre. La División Azul pronto se ganó cierta fama de invencibilidad por sus excelentes cualidades de combate. El mismo Führer, que no apreciaba especialmente a los españoles, reconoció lo duros y extremadamente valientes que eran sus soldados. Al primero de los generales que comandó la división, Agustín Muñoz Grandes, llegó a concederle la Cruz de Hierro, una distinción que muy pocos extranjeros llegaron a alcanzar.

A principios de 1943, mientras el VI Ejército alemán se rendía en Stalingrado después de resistir durante meses, el alto mando ruso concibió la idea de romper el cerco de Leningrado golpeando por el área de Krasny Bor, un arrabal de la ciudad que se encontraba en manos enemigas. El lugar elegido para la ofensiva era ese porque el general Zukov suponía que, al estar defendido por voluntarios españoles, éstos, sometidos al frío extremo, las privaciones y la desmotivación propias de aquella guerra absurda, saldrían fácilmente en estampida, dejando el paso expedito a los 40.000 soldados, 90 tanques y 1.000 piezas de artillería del 55º Ejército soviético.

Ante semejante alarde, los aperreados españoles apenas podían oponer 5.000 hombres ateridos de frío, malcomidos y con las manos entumecidas. Al punto de la mañana del 10 de febrero, en plena noche y a 25 bajo cero, Zukov ordenó abrir fuego de artillería sobre las posiciones españolas. Su idea era no dejar un solo enemigo vivo. Ochocientas bocas se pusieron a escupir fuego de obús durante dos interminables horas. El cañoneo era letal y ensordecedor, entre andanada y andanada pasaban diez segundos, los necesarios para recargar los cañones. Los divisionarios corrieron a los búnkeres en espera de que pasase el fuego artillero, pero éste era de tal intensidad que muchos no resistieron.

Al amanecer, la mitad del regimiento español había muerto. Pero quedaba la otra mitad, y no tenía pensado huir. Desde la comandancia la orden era explícita: resistir hasta el último hombre. Una orden así, cualquier otro regimiento la hubiese desobedecido, pero no uno formado por infantes españoles. Los rusos no podían ni imaginar que tenían enfrente a un batallón de irreductibles hispanos dispuestos a cualquier cosa con tal de no rendirse, así que avanzaron confiados con los carros de combate y los regimientos de infantería.

Y ahí se torció el impecable plan de Zukov. La lluvia de obuses había derretido la nieve, dejando el campo intransitable para los blindados, lo que obligó a los soviéticos a internarse a pie en Krasny Bor. Era todo lo que los divisionarios necesitaban. Reorganizados a toda prisa, metralleta en mano y metidos en los cráteres dejados por las bombas, esperaron a que las unidades rusas se aproximasen para disparar a discreción.

La masacre fue dantesca. En sólo unas horas cayeron 10.000 soldados soviéticos. La táctica seguida por los divisionarios era mantener una posición hasta que fuera detectada; entonces retranqueaban la línea y vuelta a empezar. Todo dependía de ellos porque sus aliados alemanes no se decidían a acudir. O se anticipaban y disparaban, o un enemigo numéricamente superior y que defendía su patria les machacaba sin miramientos. El viejo lema de la aviación española: "Vista, suerte y al toro", nunca tuvo mejor expresión en tierra.

Los alemanes, sorprendidos por la acometida soviética, dejaron pasar la mañana sin acudir en auxilio de la División 250. Probablemente pensaron que un contingente tan pequeño habría sucumbido ante la apisonadora de Zukov. Una vez sacrificados los voluntarios españoles, lo mejor era mantener la línea y reorganizar la defensa más atrás con regimientos alemanes. Al norte se encontraba la IV División de la SS Polizei, pero no podía moverse, por si los soviéticos cambiaban el curso de la ofensiva. La Luftwaffe no acudió hasta entrada la tarde, y poco después llegó la 212ª División de Infantería alemana.

Para entonces la batalla ya había terminado: 5.000 españoles con fusiles y metralletas habían cedido sólo tres kilómetros frente a 40.000 rusos armados hasta los dientes; es decir, que, contra todo pronóstico y hasta contra la misma lógica, los españoles habían vencido. Pero la victoria no había salido gratis: 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos fue el precio que hubieron de pagar. Algunos fueron hechos prisioneros y conducidos hasta Leningrado, donde fueron interrogados por otros españoles, que luchaban para los rusos.

Zukov creía que, en Krasny Bor, Hitler había estrenado algún tipo de arma secreta y milagrosa. "Dice el coronel que le habéis causado más de 10.000 bajas, y eso es imposible con ametralladoras y máuseres corrientes", le espetó un republicano español a un sargento de la División Azul capturado durante la batalla. El arma secreta y, más que milagrosa, correosa eran los divisionarios, hijos de la lejana España, herederos de una tradición milenaria que se cifra en resistir lo que haga falta a cualquier precio, con razón o sin ella, en Rusia o en Sierra Morena.

Meses después, cuando se había extendido por la Wehrmacht la leyenda de los bravos españoles que, a decir de Hitler, "apenas se protegen y desafían a la muerte", un oficial alemán confesó a un corresponsal en Berlín: "Los españoles, más que soldados, son guerreros". Los de Krasny Bor lo fueron, y de los buenos.

diazvillanueva.com

miércoles, 8 de febrero de 2012

HISTORIA DEL GRAN CAPITÁN Y LOS TERCIOS




Ir a descargar

Pasaje de la historia por Juan Antonio Cebrían que narra la vida y aventuras del militar español al servicio de los Reyes Católicos, Don Gonzalo Fernández de Córdoba.

VISITA A SEVILLA


Tres componentes de Córdoba No Conforme nos dimos cita en la capital hispalense para tan histórica jornada: charla con Ianonne y concierto de ZZA. Al final salió todo perfecto, aunque los subvencionados se empeñaran en intentar suspenderlo. Pero no pudo ser, el buen hacer de los camaradas sevillanos y el saber comportarnos de todos hizo que la victoria fuera nuestra. Hay que normalizar todo esto.

Sorprendente ver a camaradas venidos de toda España, en gran parte jóvenes, sin grandes medios económicos y que se desplazaron desde Galicia, Barcelona, Navarra, Bilbao (pronto vendrá tu hermano)... y cómo no, los hermanos lusitanos. ¡Y cómo gritaban! el 80% del público se sabía todas las canciones.

Tras el concierto, uno de nuestro núcleo puso coplas para distraer al personal, y confiesa que ya está esperando hacerlo en otra velada como ésta.